“El Amor es la fuerza más poderosa
y la Libertad el valor más preciado”

MI HISTORIA

Todo comenzó en el año 2015 con el  proyecto familiar que teníamos con mi esposo y nuestros mellizos de 2 años y medio en ese entonces.  Emigramos a Montréal-Canadá con la ilusión de conseguir una mejor estabilidad laboral y poder crecer tranquilamente como núcleo familiar. Mi esposo ya tenía algunas ofertas laborales lo que facilitó el proceso, y yo tenía pensado hacer una labor de cooperación internacional para apoyar los proyectos que tenía con mi empresa en Colombia.

 

Efectivamente, a las pocas semanas de haber llegado ya estábamos muy establecidos, todo iba acorde a lo que teníamos en mente, mi esposo comenzó a trabajar, los niños entraron a la guardería y yo comencé el curso de francés tiempo completo. Adicionalmente, había comenzado a tener contacto con un organismo comunitario que me había pedido una asesoría como oportunidad de voluntariado, lo cual tiene mucho valor en este país a la hora de buscar alguna oportunidad laboral.

 

Ya habían pasado casi dos años y faltaban un par de semanas para que yo comenzara un curso de cooperación internacional que había gestionado con el estado. ¡Realmente estaba muy feliz y orgullosa por ese logro!. Pero sobre todo muy optimista al ver cómo se me había dado la posibilidad de cumplir este gran sueño de gestionar recursos para la población vulnerable de nuestro país. Un paso muy importante en mi vida y en mi carrera profesional.

 

Nuestros días pasaban con total normalidad hasta que un viernes en la tarde mi esposo se quejó de un leve dolor de estómago. No era común en él tener este tipo de sensación,  lo tomamos como una intoxicación pero no mejoró el fin de semana, así que decidimos ir al médico ese lunes. Su diagnóstico parcial fue diabetes tipo II. Sin embargo, le dieron la orden para hacer más pruebas tanto de sangre como de imágenes radiológicas para poder dar un diagnóstico definitivo.

 

A finales de esa semana nos vimos enfrentados a lo que jamás hubiéramos imaginado. Mi esposo diagnosticado, repentinamente, sin síntomas, sin ningún aviso previo con un cáncer de páncreas en fase avanzada. Nuestro mundo se derrumbó por completo.

 

Fue en octubre de 2016 cuando la vida me mostró que yo no tenía el control. Nuestros planes tanto profesionales como familiares se esfumaron, quedaron suspendidos en el aire, en el universo,  en mis sueños. Comprobé que la ilusión de crecer como familia, vivir en la casa de nuestros sueños, trabajar en lo que queríamos y por lo que habíamos emigrado estaba solo en mi mente y que nunca se haría realidad.

 

La vida me estaba obligando a tener otras vivencias. Todo cambió en un abrir y cerrar de ojos y el plan se convirtió en regresar a Colombia para su tratamiento. Mi profesión ahora era de cuidadora, su pronóstico, un mes de vida.

 

Llegamos a Colombia ese octubre del 2016, optimistas, tratando de sacar lo mejor de la situación. Por fortuna contamos con todo el Amor de nuestra familia, de nuestros amigos y de todas las personas que de alguna manera estuvieron, así hubiera sido unos segundos, involucrados con nosotros y nuestro proceso. Esto y el tratamiento paliativo que se le brindó permitió que su calidad de vida hubiera sido la mejor durante esos 5 meses siguientes antes de su trascender. 5 meses de vivencias,, de silencio, de reflexión, de compañía pero sobre todo de Amor.

 

En ese momento mi profesión pasó a ser aprendiz, ya no tenía los mundos que había construido, mi núcleo familiar ahora éramos mis hijos  de 4 años y yo, mi empresa pasaba por un mal momento financiero y decidimos liquidar y la idea de vivir en Canadá desapareció por completo.

 

Como una persona nueva, volviendo a nacer, tomé la decisión de manejar este barco, de hacerme cargo de mis situación a pesar de que no era yo la que la había propiciado. Decidí vivir mi duelo, sentirlo, abrazarlo y entenderlo. Sentir la rabia, el dolor, la frustración  y el miedo que con este viene. Decidí amar mi nuevo ser y transformar en amor el sufrimiento que mis hijos y yo estábamos sintiendo.

 

No han sido momentos fáciles pero han sido momentos de mucha expansión de mi ser y el de mis hijos. Ahora cuento con un conocimiento de mi misma más profundo que me permite relacionarme de una mejor manera con  las experiencias y las vivencias que trae el día a día, y puedo sentir la libertad y la plenitud que trae consigo hacerme cargo de mi vida y de vivirla con sentido.

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Amor, Duelo y libertad: Un encuentro para abrazar el corazón 

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